Difuminar los límites; jugar con los espacios cerrados y abiertos. Esta fue la propuesta para edificar una parcela de ubicación excepcional e impresionantes vistas. El proyecto resultante es un diálogo entre el edificio y el paisaje. Por eso la casa lleva hasta el interior pavimentos y muros típicos de los exteriores de la zona; por eso abre vanos y dibuja ángulos de modo que la vista del mar penetre en la vivienda. Para que el Mediterráneo se integre en la vida cotidiana de la familia que la habita.
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Proyectos destacados
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Cerrar la vivienda al exterior y crear dentro de ella una naturaleza propia. Tal era el desafío. El proyecto traduce esta intención contrastando sensaciones de manera extrema: desde fuera, la arquitectura ofrece un aspecto compacto, casi monolítico en su volumetría; el interior, en cambio, se desarrolla con un claro carácter fragmentario, pues el proyecto va concatenando volúmenes a veces llenos, a veces vacíos. Estos últimos –de nuevo el contraste– utilizan la madera para mantener la ilusión de contundencia y continuidad, pero ofrecen una realidad desmaterializada con la que se generan paisajes sucesivos: patios, jardines, terrazas. El resultado es una deliciosa isla interior permeable compuesta por piezas que se abren de forma sucesiva a espacios aparentemente vacíos pero ocupados por cuidadas atmósferas de luces y sombras, sonidos y aromas.
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Los muros de piedra guían el camino de la luz y la mirada en esta vivienda. Su presencia marca los volúmenes y organiza el proyecto. Y, a pesar de su solidez, al situarse en un eje transversal, estos muros ceden todo el protagonismo a lo intangible: permiten que el sol se cuele en el interior por el Sur e invitan a dirigir la mirada hacia el Norte, abierto a unas fabulosas vistas sobre el valle de Collserola. Sol, pinos y encinas. Entorno mediterráneo como parte de la vivienda.
La relación entre la casa y su entorno se subraya con los materiales y los colores. La piedra, los tonos terrosos y el blanco roto logran que la construcción se mimetice con el entorno y enraíce con el monte que la alberga.
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El jardín interior de esta vivienda es un oasis perfecto. Agua, vegetación y luz se combinan en él para crear una sensación de sosiego, privacidad y privilegio capaz de extenderse al resto de la vivienda. El efecto producido en el jardín se transmite gracias a la presenciade unos porches volados de generosas dimensiones que se abren a este espacio y generan una continuidad entre el interior y el exterior, aislando al conjunto de su entorno. Poco importa entonces que, en determinadas zonas, los alrededores resulten agresivos desde el punto de vista urbanísticos: detrás de la puerta se encuentra el sosiego de un edén propio.