La forma triangular de la parcela con vistas al mar y dispuesta en una curva, condiciona este proyecto residencial. Desde la calle, son protagonistas volúmenes sólidos que, sin embargo, se aligeran con el uso de vanos marcadamente verticales, abiertos como fisuras. Hacia adentro, la vivienda se abre de forma generosa para disfrutar del Mediterráneo y de los espacios comunes. En ellos, la luz es tamizada con lamas de madera orientables y se convierte en protagonista absoluta.
155 JLM
Proyectos destacados
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Todo es horizonte en esta parcela. Es un lugar dominado por las líneas horizontales con una vista extraordinaria sobre el Mediterráneo. Por eso, el proyecto desarrollado para esta ubicación busca la magia de la ingravidez. Para conseguirla, el diseño contempla dos volúmenes superpuestos y desplazados entre sí que dejan la planta baja abierta y convierten la zona superior en una construcción flotante que mira al infinito y se cierra a la fachada Norte. El uso del vidrio, los voladizos y los colores completan este juego poético de luces y sombras, cerrado y abierto, materia y vacío.
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El jardín interior de esta vivienda es un oasis perfecto. Agua, vegetación y luz se combinan en él para crear una sensación de sosiego, privacidad y privilegio capaz de extenderse al resto de la vivienda. El efecto producido en el jardín se transmite gracias a la presenciade unos porches volados de generosas dimensiones que se abren a este espacio y generan una continuidad entre el interior y el exterior, aislando al conjunto de su entorno. Poco importa entonces que, en determinadas zonas, los alrededores resulten agresivos desde el punto de vista urbanísticos: detrás de la puerta se encuentra el sosiego de un edén propio.
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En la calle aparece tan solo una curva sutil y elegante pero contundente. Hormigón sin aberturas. Privacidad total. Es un telón detrás del cual se oculta toda la magia de este proyecto situado en una parcela que se asoma a una de las zonas más hermosas de Cataluña.
El espacio es el privilegio. Así, la misma vivienda que se cierra a la calle, se abre por dentro a la luz y el paisaje, ocupando la ladera de forma escalonada y creando un espacio interior que habla con un lenguaje propio: hormigón contrastado con negro y con madera de roble. Así es como se propicia una conexión íntima con el entorno.
En el jardín, la piedra seca y una vegetación frondosa son los protagonista reforzando esa intimidad buscada.