Tres volúmenes en busca de relaciones vibrantes y armónicas; un juego compositivo que genera diferentes perspectivas en el jardín; unos materiales que marcan el compás en colores blanco y piedra; y una composición con diferentes alturas para articular de forma fluida y eficaz los usos diversos. Así se construye un proyecto creado para un músico que ha querido unir en el mismo espacio una vivienda en la que buscar la inspiración y su propio estudio de grabación. Puro ritmo.
El espacio para grabación se ubica en uno de los bloques, un imponente cubo de seis metros de altura que solo se abre al jardín. En el extremo opuesto se ubica el ámbito más íntimo y conectando ambos, el bloque central articula la zona pública y la circulación.
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Proyectos destacados

589 ED
Cerrar la vivienda al exterior y crear dentro de ella una naturaleza propia. Tal era el desafío. El proyecto traduce esta intención contrastando sensaciones de manera extrema: desde fuera, la arquitectura ofrece un aspecto compacto, casi monolítico en su volumetría; el interior, en cambio, se desarrolla con un claro carácter fragmentario, pues el proyecto va concatenando volúmenes a veces llenos, a veces vacíos. Estos últimos –de nuevo el contraste– utilizan la madera para mantener la ilusión de contundencia y continuidad, pero ofrecen una realidad desmaterializada con la que se generan paisajes sucesivos: patios, jardines, terrazas. El resultado es una deliciosa isla interior permeable compuesta por piezas que se abren de forma sucesiva a espacios aparentemente vacíos pero ocupados por cuidadas atmósferas de luces y sombras, sonidos y aromas.

897 SIC
Fundir el edificio con el entorno y dejar que la montaña entre en el hogar para que toda la familia pueda convivir con ella. Esa es la premisa para esta construcción. Por eso, la piedra y la madera son protagonistas ya desde la fachada. Igual que sus colores tostados, que recuerdan constantemente el antiguo encinar que un día pobló la zona. En el exterior, la roca del monte se deja ver en unos jardines ubicados a diferente altura y que consiguen que el entorno natural abrace al edificio.

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Todo es horizonte en esta parcela. Es un lugar dominado por las líneas horizontales con una vista extraordinaria sobre el Mediterráneo. Por eso, el proyecto desarrollado para esta ubicación busca la magia de la ingravidez. Para conseguirla, el diseño contempla dos volúmenes superpuestos y desplazados entre sí que dejan la planta baja abierta y convierten la zona superior en una construcción flotante que mira al infinito y se cierra a la fachada Norte. El uso del vidrio, los voladizos y los colores completan este juego poético de luces y sombras, cerrado y abierto, materia y vacío.